El expresidente de la República Carlos Alberto Arroyo del Río al pronunciar la oración fúnebre de despedida a un ejemplar ciudadano de virtudes cívicas dijo: “fue todo un caballero”.
Hoy, que el doctor Rodrigo Borja Cevallos, expresidente de la República en el periodo 1988-1992, teniendo a su lado, a Luis Parodi Valverde, exrector de la Espol, como vicepresidente de la República, su corazón que dio tantas batallas, lo ha vencido, su legado fructificará para la eternidad.
Su muerte, constituye un eco vibrante que se repetirá en el devenir de los tiempos en los oídos de los ecuatorianos por la libertad, la justicia social y la paz para todos, como el lema del partido Izquierda Democrática que fundó en 1970 y que años más tarde fuera su estandarte de lucha, y para con el respaldo mayoritario del pueblo llevarlo al solio presidencial.
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En su periodo como presidente de la República del Ecuador lo cumplió sin dobleces, con energía y tenacidad, velando por los más desposeídos y multiplicando el mensaje de quien supo aplicar el adagio de los jurisconsultos: “justicia sin libertad, no es justicia”.
Su periodo como primer servidor del país, en el cuatrienio de su mandato, fue recompensado –a su término– con la satisfacción del deber cumplido, sin estentóreos discursos, sin promover la violencia, siendo portaestandarte de la paz, convencido de que el camino del progreso debe estar enmarcado en la solidaridad, la equidad y el compromiso.
Su obra maestra, Enciclopedia de la política, fue su legado académico, que desbordando en conceptos de política y gobernanza, constituirá una cátedra permanente para la juventud estudiosa y para aquellos que aspiren a la jefatura de Estado para servir y no servirse de la alta magistratura.
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Su verbo de jurista connotado jamás estuvo enmarcado en la violencia y la calumnia, respetó a sus adversarios políticos y fue consciente de que para vencer la resistencia de las armas, debe primar por sobre todo el diálogo, buscando el consenso y la paz.
La obra pública mereció su atención, apoyando preferentemente la provisión permanente del agua potable, la educación del pueblo, con censos de población y vivienda para invertir los dineros del erario sin excesos ni corrupción. Gracias por su labor, descanse en paz. (O)
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Francisco Medina Manrique, periodista, Guayaquil

















