Es conocida la estrecha y larga relación entre el petróleo y el Ecuador, marcada por “tóxica” dependencia, reflejada en representar en algunos años entre el 35 % y el 40 % de las exportaciones totales; al igual que su presencia en el presupuesto del Estado, siendo la tercera parte de los ingresos totales, dando la pauta asimismo del crecimiento económico, que más bien fue una ilusión económica, especialmente en aquellos años en que el precio del barril de petróleo alcanzó los $ 140 en los mercados internacionales. Durante el gobierno de Correa se reportaron cerca de $ 200 mil millones por concepto de excedentes petroleros; nunca volveremos a tener un bum de esas características. Todo lo anterior somete a la economía al comportamiento del petróleo, y que desde el 2016 empezó a sufrir una reducción paulatina de su precio. La economía sintió los estragos producto de esta dependencia, llegando a precios negativos inclusive en el 2020, producto de la pandemia del COVID-19 y en los últimos tres años la volatilidad global reflejada en conflictos bélicos, en guerras comerciales, en discusiones geopolíticas, en incremento de la producción de OPEP Plus, ha llevado a que el petróleo tenga niveles alrededor de $ 60 en las últimas semanas, dejando un menor ingreso por las ventas para el país y afectando las finanzas públicas.
Las proformas presupuestarias desde el 2023 reflejan supuestos macroeconómicos hacia la baja; por ejemplo, la producción fiscalizada para el 2023 fue 173,48 millones de barriles a un precio alrededor de $ 70 por barril; en el 2024, una producción fiscalizada de 156 millones de barriles a un precio de $ 66,70 por barril. En 2025, 169 millones de barriles de producción fiscalizada a $ 63 el precio del barril; y para el 2026, una producción fiscalizada que bordea los 160 millones de barriles a $53,50 por barril. Si bien genera preocupación esta reducción por la cantidad de ingresos que se recibe, añadiendo la constante disminución de la producción de petróleo debido a problemas geológicos y de transportación, falta de inversiones pública y privada, veámoslo como una oportunidad. Ojo, no se trata de justificar la falta de inversiones, para nada; es necesario invertir y producir mientras tengamos petróleo, pero también hay que marcar distancias en depender de él y apostar decididamente a otros productos de exportación no petroleros, sean tradicionales o no tradicionales, para que de esta manera la economía tenga una diversificación notoria en su oferta exportable a través de la búsqueda de nuevos mercados, atraer inversión extranjera, mejorar las condiciones del mercado laboral, entre otras acciones, para que así otros sectores económicos con potencial exportador obtengan réditos del comercio internacional.
Por tanto, es vital avanzar en reducir la petrodependencia para de esta manera despegar como país colocando nuestra apuesta en el agro, la producción minera y gasífera, entre otros. Que esta reducción del precio y caída de la producción sea el paso decidido para ver como oportunidad y empuje a otros sectores de la economía. (O)
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Jorge Calderón Salazar, analista económico, Guayaquil

















