Qué acertado el título. Desde el gobierno del presidente Durán-Ballén me encuentro proponiendo la rehabilitación del sistema ferroviario, principalmente con el fin de reducir o terminar el resentimiento de los indígenas. Mi plan es un ferrocarril. Debe haber muchos procesos, unos muy costosos y otros no, encaminados para el mismo fin, sería muy bueno que vean la luz y acaben con el mencionado resentimiento. Todo esto destinado a muchos objetivos, entre esos que el Ecuador sea una sociedad más homogénea. No he tenido suerte, los primeros enemigos silenciosos del proyecto son la dirigencia indígena que debe haberme escuchado y nada más, el resto de los indígenas no lo saben, siguen a la dirigencia. En dos palabras, en qué beneficia la rehabilitación a la clase indígena y al ecuatoriano: la serranía nos encanta, sus pueblos son maravillosos, está cultivada, cuentan con agua, se observa poca pobreza y durante el camino se ve ganado de varias clases, y lo más importante, envían a través de intermediarios y al resto del país su producción, es por eso que en los mercados en general encontramos nuestros alimentos, pero esos productores-trabajadores no tienen un transporte para poner en circulación sus productos, ahí está el detalle. La rehabilitación del sistema daría un buen porcentaje de bienestar a la clase indígena que, en alianza con otros mecanismos, produciría reducción o terminación del resentimiento. Un distinguido ciudadano de esta localidad y desde su columna periodística describe al indigenado y su feroz resentimiento, los acusa de instaurar en el país un régimen de horror y continúa desarrollando la misma idea en términos más acusatorios. Lo penoso es que no se dan fórmulas de solución como si se tratara de una enfermedad incurable y esto no es verdad. ¿Por qué tanto resentimiento indígena?, citemos a una sola persona de los miles que han tratado el tema, nuestro escritor Juan Montalvo en su libro El espectador escribió la famosa frase: “Si mi pluma tuviese don de lágrimas, yo escribiría un libro titulado El indio y haría llorar al mundo”. Continúa diciendo: “No, nosotros no hemos hecho este ser humillado, estropeado moralmente, abandonado de Dios a la suerte; los españoles nos lo dejaron hecho y derecho”. (O)
Rafael Mendoza Avilés, abogado, Guayaquil


















