Viajamos después de algún tiempo en la ruta Guayaquil-Quito, entre el jueves 22 y el domingo 25 de mayo, en una aerolínea de prestigio de Sudamérica, y nos habían advertido que ahora casi todos los viajeros usan las maletas con ruedas o carry-on, así que con mi esposa tratamos de que la aerolínea nos permitiera ingresar entre los primeros al avión por nuestra edad y alcanzar a ubicar nuestras maletas en los compartimientos de equipaje.
Una de las encargadas del counter en Guayaquil nos dijo que no hay trato especial para personas de la tercera edad y que nos rijamos por el grupo de embarque. Por supuesto que cuando logramos entrar al avión era un caos y no encontramos sitio para nuestras maletas.
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Luego, al regreso, en el aeropuerto de Quito todo iba bien; la encargada del counter nos dijo que en ese aeropuerto sí hay preferencia para la tercera edad, así que apenas indicaron que íbamos a abordar nos ubicamos primeros en la puerta de entrada. Ahí se acercó un joven de la aerolínea y nos envió a sentar aduciendo que faltaban 20 minutos para abordar el avión, pero fue falso: no alcanzamos ni a sentarnos a esperar cuando del counter invitaron a abordar para quienes necesitaran asistencia especial, nada de tercera edad. Y ahí se armó el lío: viajeros de media sala de espera se acercaron a la puerta de entrada; pudimos ingresar a empujones en la impaciente cola de viajeros.
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Al ingresar al avión, los sitios que nos correspondían para la ubicación de las maletas ya estaban llenos, pero una muy amable asistente de vuelo nos ayudó a ubicar las maletas.
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Así que ya saben, estimados contemporáneos, si van a viajar por avión en esta ruta, la que les espera: no hay la menor consideración para nosotros, ni de las aerolíneas ni de los demás viajeros que arrasan con todo empujando a los de la tercera edad. (O)
Luis Eduardo Rodríguez Carrión, Guayaquil