Noviembre, mes en el que se hizo posible la liberación de Cuenca, hermosa ciudad de mis ensueños y afectos donde se hicieron posibles mis anhelos, donde me hice profesional, me casé, tuve dos hijos y pude ver como una realidad la cordura, la poesía y la cultura; mes que se recuerda con especial afecto a los que se liberaron de la vida terrenal para acceder a la inmortalidad del silencio y la paz.

Seguro de salud: crisis que amenaza a todo el sistema

Mes de mis recuerdos cuando un infarto me hizo más humano al sentir en carne propia la cercanía de la eternidad, cuando entré en un intenso diálogo con Dios, con mis creencias y con mi conciencia, fue aleccionador verse solo en una cama con un suero, con una máscara de oxígeno y sin más compañía que uno mismo en pos de descubrir los secretos que se tienen guardados en el alma, segundos, minutos, horas, días, una eternidad para meditar, para recordar que la vida no es más que un sueño recurrente que gira en medio del miedo, la alegría y el amor.

“Per aspera ad astra” – “por los caminos ásperos se llega a las estrellas”– recordaba este principio latino, pero aquí en el lecho del dolor no funciona nada, solo tú, Dios y tu conciencia, de lo que sabes y crees y tus oraciones. ¿Qué más? Recordaba a Luis Alberto Machado en su libro La revolución de la inteligencia cuando decía “que nadie es, que nadie nace y que todo se hace con la educación, con los conocimientos” y a eso recurrí, primero a la religión “por suerte soy creyente”, luego a la filosofía y por último a mis más bellos recuerdos de mi niñez y juventud.

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Cáncer de mama

Entre la arritmia y la taquicardia de mi loco corazón, recuerdo que viajé por espacios siderales en medio del sol, la luna y las estrellas, era una meta insignificante en medio del firmamento, del cual volví para pararme en un inmenso llano lleno de flores y ahí entendí que después de esta vida volvemos a Dios. (O)

Hugo Alexander Cajas Salvatierra, médico y comunicador social, Milagro