Hace 10 años por el mes de marzo, se abrió la puerta de las oportunidades para escribir en Diario EL UNIVERSO como columnista de la revista Sambo, en esa época estaba Carlos Ycaza como director de la revista y recuerdo que aprobó mi primera columna “Una mami mala”, después de un tiempo, él mismo habló con Liliana Anchundia y Nila Velázquez para proponerles que me den la oportunidad de también ser columnista de opinión para el diario, así que luego que Carlos Pérez Barriga diera el último visto bueno, empecé a escribir mis columnas que primero fueron aleatorias y luego se volvieron fijas con un día asignado que fue variando, hasta volverse el primer sábado de cada mes. Algunas de las personas de esa época ya no están, pero mi agradecimiento se mantiene y trato de honrar esa confianza que me otorgaron hace una década siendo fiel a mi estilo y responsable con las entregas y fechas.

Sin embargo, he tenido momentos en los que luego de una columna he recibido comentarios desagradables, especialmente, si la columna tenía algún tinte político cuestionando el gobierno de turno o quejándome como ciudadana de algo que no me gustaba. Recuerdo que la primera vez me asusté mucho y bajé el tono, pero luego entendí que escribir una opinión involucra que haya personas que se sientan ofendidas, afectadas, halagadas o agradecidas, según la mirada con la que lean mis letras y eso escapa de mi control. También tengo un grupo de personas que me leen y me hacen críticas constructivas, las cuales tengo presente y siempre escucho, pero, desde que me dedico a escribir, el ingeniero Coello y mi mamá, se toman la molestia de recortar y guardar cada columna que se publica, pero ellos, especialmente mi papá, siempre analiza sesudamente cada uno de mis textos, algunos le han gustado más que otros y me aconseja siempre. Mi madre, en contraste, les copia a sus amigas mis escritos para que ellas también me lean y agradezco el tiempo de lectura que tienen para acolitarle a la hija de Raquelita.

Como una consecuencia de este apoyo constante, mi mamá empezó hace unos tres años a pedirme que publique un libro con mis columnas y me negaba, pero este año se puso determinante con el pedido y me puse a pensar que si ella no estuviera viva, seguramente lo haría y daría grandes discursos hablando de su deseo de ver esas letras reunidas en un libro, así que, como promuevo que todo se hace en vida, me animé a publicar Mujer de asfalto el libro que resume muchas publicaciones en este diario y en otros medios impresos, tanto dentro de Ecuador como en Perú y es en homenaje y agradecimiento a mi mujer faro que me guía y no me suelta. ¿Por qué ese nombre?, porque así se llamó el espacio que tenía dentro de revista Sambo que fue el lugar donde comenzó todo y ¿por qué de asfalto? Porque en esa época trotaba mucho y trotaba por las calles de asfalto de la ciudad. Finalmente, ese libro, estará este mes en la Feria del Libro de Guayaquil y espero ese encuentro con mis lectores para conversar sobre ideas y conceptos, como decía Joan Didion: “Escribir es un acto de descubrimiento; a veces no sabes realmente lo que piensas hasta que lo pones en palabras”. (O)