La asfixia para el desarrollo, que significa el centralismo, no debe ser ignorada, en la posibilidad de que haya Asamblea Constituyente para preparar un nuevo texto constitucional –el ‘no’, solo le ganaría al ‘sí’, de convencerse los ciudadanos del riesgo de que podrían afectarse derechos y garantías que se enuncian en la Constitución del 2008, aun cuando en los hechos su prestación y respeto solo se dan parcialmente–.
En el discurso, quizás nadie asumirá ser “centralista”, pero en la opción de gobierno, el “correato”, en la Asamblea de Montecristi, en la Constitución del 2008, y en la legislación derivada de esta, se impulsó un desborde de centralismo.
El Código Orgánico de Organización Territorial, Autonomía y Descentralización (Cootad) es una evidencia. En el artículo 188 establece que los gobiernos autónomos descentralizados participarán de las rentas del Estado de conformidad con los principios de subsidiariedad, solidaridad y equidad territorial. Un poema de enunciado.
El Modelo de Equidad Territorial (MET) asigna a los Gobiernos Autónomos Descentralizados (GAD) el 21 % de los ingresos permanentes y el 10 % de los ingresos no permanentes del presupuesto general del Estado. De ese monto 27 % para los gobiernos provinciales; 67 % para las municipalidades y distritos metropolitanos; y, 6 % para las juntas parroquiales rurales, con varios criterios de ajustes y distribución, por tamaño, población, densidad poblacional o dispersión, necesidades básicas insatisfechas, capacidad de gestión y otros. Pero eso se queda en el papel.
¿Una nueva constitución? Parte II
La decisión de las acreditaciones la tiene el Gobierno central, deficitario de recursos para atender obligaciones que siempre definirá sus prelaciones. Por eso, para los GAD y otros acreedores, ofrece bonos a la par, o que esperen. Pero, los GAD tienen obligaciones inmediatas que no se pueden pagar con bonos del Estado. Si asumen el descuento de los bonos serán glosados sus personeros.
El “qué” de la pregunta “¿centralismo o qué?” podría ser con un modelo federal. Sobre esto, recomiendo leer Olmedo y Rocafuerte: Estado federal de Jorge Pino Vernaza, muy rico en referencias y reflexiones, cuestionando al sistema unitario centralista por proclive a ser discriminatorio y totalitario. ¿Será posible el régimen federal, en la nueva Constitución?
¿Hay otras alternativas? Creo que sí y las analizaré en futuras columnas. Los correctivos son imprescindibles.
Guayaquil tiene una tradición de instituciones autónomas y de éxito que no hay que olvidar. El Benemérito Cuerpo de Bomberos Voluntarios, la Junta de Beneficencia de Guayaquil, la Comisión de Tránsito de Guayas, el Comité de Vialidad del Guayas, la Junta Cantonal de Agua Potable y otras. En salud, impulsó la creación de la Liga Ecuatoriana Antituberculosa (LEA), después absorbida por el Gobierno, y Solca, a la fecha un modelo de atención a la salud.
El inicio del conjunto de puentes, hoy llamado de la Unidad Nacional, fue impulsado por un comité presidido por Rafael Mendoza Avilés, uno de los valores cívicos de Guayaquil.
Invito a los lectores a escribir a EL UNIVERSO sobre el centralismo y cómo enfrentarlo en democracia y respeto al orden jurídico. (O)










