La seguridad es, sin duda, el imperativo del Ecuador en este momento. Muchos vemos con desesperación la incapacidad de frenar la caída del país en el abismo de la violencia extrema. Desgarra ver noticias como las de la agencia EFE, que informan que el Ecuador cerró el primer semestre del 2025 con 4.619 homicidios, la cifra más alta de su historia. Según la Fundación Panamericana de Desarrollo (PADF), esto supone un 47 % de incremento, respecto a 2024.

Las causas raíz de esta violencia es la cocaína que producen nuestros vecinos, Colombia, Perú y Bolivia, y la gran demanda del mercado que constituyen nuestros socios comerciales, Estados Unidos y la Unión Europea. En esta columna he sostenido que no habrá una reducción de la tremenda violencia e inseguridad, si no hay una política de desarrollo socioeconómico, que permita arrebatar del narcotráfico a ecuatorianos atrapados en sus fauces.

La realidad de una sociedad con desigualdades extremas es que trae conflictos reales, como los que nos atormentan, y donde la solución no solo depende del uso de la fuerza, sino de mejorar las condiciones sociales de millones de ecuatorianos atrapados en la pobreza.

Por otro lado, este problema no puede solucionarse con medidas internas, por más bien intencionadas, sino con estrategias coordinadas entre los actores internacionales, ya que no hay solución al problema del narcotráfico ecuatoriano, sin la disminución importante del consumo en el norte, lo que traería una sobreproducción del alcaloide y un colapso del mercado. Para ello, hay que exigir a los compradores que dejen de consumir cocaína. ¿Es esto posible? ¿Podrán dejar de drogarse? ¿Se dan cuenta los consumidores de salón que están provocando muertes y discapacidad?

Son interrogantes que van al corazón del problema. Legalizar la droga es una de las sugerencias, pero tiene resistencias de todos los lados. Tratar a los drogadictos sería un camino, pero requiere de recursos y cambios de políticas de salud pública que parecen difíciles para los gobiernos de los consumidores.

La estrategia para vencer a la violencia en nuestro país es el desarrollo humano. Hemos discutido internacionalmente, desde los años 60, el concepto de desarrollo, llegando a la conclusión de que no se trata solamente de crecimiento económico.

El desarrollo humano es un conjunto de procesos para ampliar las oportunidades y capacidades de las personas, para que puedan vivir con dignidad, respeto, prosperidad y bienestar, con plena participación en la sociedad.

La doctrina de seguridad nacional señala que no hay desarrollo sin seguridad y que no hay seguridad sin desarrollo. Ese es el objetivo de la nación. Si no logramos integrar a todos en una sociedad que identifique objetivos y llegue acuerdos mínimos en democracia, no habrá soluciones parches que nos permitan superar el desastre que ensangrienta la sociedad ecuatoriana.

La doctrina de seguridad debe basarse en el desarrollo y la prosperidad de todos. Este compromiso es la única garantía de vencer a los enemigos del Ecuador. (O)