Corea del Sur, con su industria cinematográfica, está cada vez más decidida a interpelar al mundo. Ya lo hizo años atrás, con la durísima obra maestra Parásitos (2019), ganadora de cuatro premios Óscar. Hoy lo hace con series. Y aunque El juego del calamar no es para todos, porque carece de estribos en su forma de exponer la violencia, se ha vuelto una de las metáforas más poderosas sobre el devenir del capitalismo contemporáneo. Después de todo, si lo analizamos a fondo, algunas de las reglas de ese juego son las reglas en las que vivimos.

Luego de tres temporadas y un total de 22 capítulos, el director Hwang Dong-hyuk ha puesto el punto final a su proyecto. Es probable que una de las preguntas más sugerentes que la serie nos plantea es: ¿aún tenemos fe en los seres humanos? Y, por supuesto, es una pregunta cuya respuesta implica una propia interrogación: ¿aún tenemos fe en esto que somos como especie?, ¿aún tienes fe en ti y tu humanidad?, ¿aún tengo fe en mí? Son las dudas que atraviesan al protagonista, Seong Gi-hun (interpretado por el actor Lee Jung-jae), en su viaje al infierno que también es la humanidad.

La era de la despoblación

Hay que decir que Seong Gi-hun es un personaje universal en el sentido más amplio: es el perdedor que transforma su destino en el momento en que cobra consciencia, tanto de la dignidad como de la fragilidad. Es el héroe que desciende al inframundo, por azar o ingenuidad, por convicción o impulso frenético. Es un ser humano cualquiera, que al mismo tiempo es todos los seres humanos. Y es la posibilidad de cuestionar el sistema de valores sobre los que se construye, quizá, el orden mundial imperante. No tiene idea de que solo en el horror entenderá, para citar a Kavafis, el significado de las Ítacas.

¿Qué no es ficción? Por ejemplo, que para las élites del mundo no hay reglas que no se puedan romper. Las reglas son para el resto, quienes jugamos el juego. Tal vez el éxito de esta serie radica, precisamente, en su capacidad de describir, con lucidez hiperbólica, cualquier vida contemporánea y cualquier orden social. A veces, algunos de nosotros, también queremos ser héroes y a veces, algunos de nosotros, también sentimos que la vida nos ha vuelto villanos. ¿Es eso la humanidad? ¿Esa doble conciencia sobre la complejidad que nos constituye?

Cifras que ayudan

Hay que decir, también, que El juego del calamar aborda la existencia o la superstición de la modernidad, en cuanto reino de la razón y de otros grandes relatos. La pregunta es, ¿son estos grandes relatos, como la libertad individual y la dignidad humana, para todos? ¿Cuál es la excepción? Y, ¿es el mundo, en general, un juego del sálvese quien pueda? El título de la serie, en todo caso, viene de un tradicional juego infantil coreano. Este genial director ha querido recordarnos que el sentido de la vida está en la misma vida, encarnada o dignificada por la muerte o por la idea de aquello por lo que vale la pena morir. Quizá por eso quisiera creer que hay un abrazo a la modernidad en esta trama. Una razón superior que nos hace lo que somos. Y aunque a veces lo olvidemos, El juego del calamar nos lo recuerda: no somos caballos. (O)