Las reformas estructurales que requiere Ecuador para crecer más implican reducir el tamaño y envergadura del Estado. Usualmente, los políticos dicen ante cualquier propuesta de reforma que “no se puede” porque el gasto es inflexible. Sin duda, así luce dado que hay toda una armada de grupos de intereses especiales que se benefician exclusivamente del status quo y una mayoría silenciosa que a veces ni se percata de los costos dispersos que soporta. ¿Cómo salir de este atolladero si cada que algún gobierno intenta reducir el gasto improductivo, como, por ejemplo, el gasto en subsidiar el diésel se amenaza con paralizar al país? Desde este espacio venimos promoviendo la reforma de apertura financiera y uno de los principales obstáculos es cómo financiar la eliminación total del impuesto a la salida de divisas que recaudó $ 1.272 millones en 2024.
Sería ideal reducir los gastos improductivos que tiene el Estado, pero luce poco probable que haya la voluntad política o el respaldo popular para hacerlo. Otra herramienta disponible y poco utilizada es el “gasto tributario”. Este es el ingreso tributario que el Estado deja de recaudar para conceder tratamientos fiscales preferenciales, popularmente referidos como “créditos tributarios”, “deducciones”, etc. Según el SRI, el gasto tributario ascendió a $ 6.607 millones en 2024, o el equivalente a 5,3 % del PIB y 38,5 % de la recaudación neta de impuestos cobrados por el SRI. También es una cifra que supera con creces el déficit global estimado para 2025 ($ 4.289 millones o 3,6 % del PIB).
El economista Iván Alonso sostiene que una de las grandes reformas que contribuyeron al crecimiento del Perú durante los últimos 30 años fue la reducción drástica del número de impuestos y la simplificación de su cálculo, volviéndose más neutral el sistema tributario. Alonso explica: “La neutralidad tributaria significa que los impuestos, idealmente, se aplican por igual a los distintos bienes y servicios para no distorsionar las decisiones económicas. Una economía satisface de la mejor manera posible los deseos y las necesidades de la gente cuando los precios de las cosas reflejan el valor de los recursos utilizados en su producción. La economía se distorsiona cuando el sistema tributario premia o penaliza a algunos bienes y servicios en particular. Se comienza a producir más de algunas cosas, pero no porque se las necesite más que antes, sino porque una ventaja tributaria reduce su precio artificialmente en comparación con los de otras cosas. Los recursos ya no van donde más se los necesita, sino donde hay más ventajas tributarias”.
Una manera políticamente viable de financiar la eliminación de uno de los peores impuestos vigentes –el ISD– es reduciendo o eliminando determinadas deducciones para compensar por la recaudación perdida por concepto de ISD. De esta manera se matan dos pájaros de un solo tiro: se elimina un impuesto distorsionador para toda la economía que obstaculiza la apertura financiera, conforme se empieza a volver más neutral nuestro sistema tributario.
Esto no impide ni debería dejar de lado el esfuerzo por reducir gastos excesivos e innecesarios que realiza el Estado. La USFQ publicó el año pasado un estudio identificando $ 2.814 millones de ahorro resultante de nueve medidas. (O)










