Consta en la memoria del oprobio latinoamericano la violación a la autonomía de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y la ocupación militar de su campus. Ocurrió el 18 de septiembre de 1968, dos semanas antes de la masacre de Tlatelolco, e implicó detenidos, heridos y desaparecidos. En su novela Amuleto, así como en un capítulo de Los detectives salvajes, Roberto Bolaño dimensiona la gravedad de ese suceso y se detiene en su personaje, Auxilio Lacouture, quien ese día se quedó atrapada en el baño de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, para meditar en un último reducto de autonomía universitaria.
Durante el golpe de Estado en Chile la dictadura empezó la persecución a los estudiantes y los detuvo en el propio campus de sus universidades públicas. Al legendario cantautor Víctor Jara lo encontraron en la Universidad Técnica del Estado (actual Universidad Santiago de Chile), en donde era docente, y lo torturaron salvajemente –le rompieron las manos, para que nunca más tocara la guitarra– hasta asesinarlo con más de 40 disparos. Fue una aniquilación simbólica del espíritu universitario y la libertad de pensamiento.
Este 2025, por cierto, conmemoramos 60 años del retorno de los profesores y estudiantes universitarios confinados en las islas Galápagos por la junta militar instaurada en julio de 1963, la que entre otras tenía la consigna de “limpiar la universidad de agitadores” para combatir al comunismo. Mi abuelo, Édgar Molina Montalvo, uno de los confinados y estudiante liberal, lo recordaba así: “Desde el primero al último día de la dictadura la universidad ecuatoriana manifestó su oposición frontal al totalitarismo, la U. Central a la cabeza con el liderazgo de la FEUE a nivel nacional. Las cárceles se llenaron de estudiantes y muchos fueron alojados en cuarteles”. Luego de declararse en huelga de hambre en el Penal, fueron trasladados en marzo del 65 al archipiélago, hasta el 23 de mayo de ese año, en que la presión del estamento universitario obligó a la liberación de los estudiantes y docentes. Al frente de la valiente resistencia estuvo el mítico rector Alfredo Pérez Guerrero.
¿Qué es una universidad? ¿Cuál es su papel en América Latina? ¿Cómo se debe entender el rol de la universidad pública en la transformación de nuestros países? Quizá, sin darnos cuenta, hemos perdido estas nociones, en lo público y lo privado. Se acabó el tiempo de los rectores y decanos trascendentes, que resistían junto con los estudiantes. Reina a nivel general un sistema de educación superior mercantil, más preocupado en muchos casos en la venta de títulos, por ejemplo, mediante los ignominiosos programas de validación de conocimientos con los que ofrecen el título de abogado en dos años. Ojalá seamos capaces de detener este devenir decadente y de recuperar, como Auxilio Lacouture, el sentido de una resistencia espiritual que implica, en el pensamiento y en el alma, el concepto de universidad. Decía Alfredo Pérez Guerrero: “Forma y ser de la universidad ecuatoriana es la autonomía y la libertad. Sin libertad no hay universidad. Sin respeto al pensamiento ajeno no hay universidad”. (O)