¡Cese al fuego en Gaza, al fin! Este ha sido el titular más importante en el mundo en los últimos dos años. En pleno siglo XXI, Gaza es la representación de lo que puede hacer la iniquidad humana por razones políticas, religiosas, étnicas, geográficas… Esta ronda de violencia empezó con la matanza de 1.200 israelíes y la captura de 251 rehenes por parte de Hamás, la organización que gobierna (¿gobernaba?) el estrecho. Y termina porque Israel recibirá de vuelta 20 rehenes aún con vida. Gaza pagó muy caro el atrevimiento de Hamás, con 67.000 palestinos muertos, el 87 % de ellos civiles incluyendo 18.457 niños. No obstante, estas son las mejores noticias porque la prioridad debe siempre ser salvar al 67 % de palestinos que sufre de hambre cada día y cuyos hogares reducidos a escombros por los bombardeos. Cualquier ser humano que lea estas cifras –aún sin conocer el conflicto Israel-Palestina– puede darse cuenta de la criminal desproporción.

He observado, reportado y analizado el conflicto Israel-palestino por más de 30 años para la audiencia ecuatoriana y les puedo decir que casi siempre las desproporciones eran similares. Y desde que Yasser Arafat –el histórico líder de la Organización para la Liberación de Palestina, luego transformada en la Autonomía Palestina– rechazó el único plan viable hasta 1999, las condiciones de vida de los palestinos, tanto en la Franja de Gaza como en Cisjordania, empeoraron considerablemente. En Israel, la coalición gobernante radical –de la cual Benjamin Netanyahu es el más visible representante– radicalizó su agenda contra la existencia misma de los acuerdos de 1948, que determinaban la existencia de dos estados, uno israelí y otro palestino. La política de asentamientos en estas dos zonas autonómicas palestinas tenía la misión de terminar –de facto– con esta posibilidad. Y la violencia de estos asentamientos ha sistemáticamente entorpecido cualquier posibilidad de paz duradera, porque esta no es posible en medio de la injusticia y el despojo.

A pesar de que este acuerdo fue posible solamente cuando los intereses de negocios de Trump y su familia se vieron afectados (el bombardeo a Qatar fue un punto de inflexión), se trata de un avance importantísimo. Para empezar, el punto 8 del acuerdo permitirá desde el lunes la entrada de agencias de Naciones Unidas, de la Luna Creciente y otras agencias internacionales con alimentos, vituallas y servicios médicos para atender la emergencia humanitaria causada por Israel. Este y el punto 12, donde se garantiza que nadie será forzado a abandonar Gaza, auguran el fin de la hambruna y el desplazamiento forzado de palestinos que todos temían que empeore en pocos días.

Nadie puede anticipar una paz duradera a partir de este plan; especialmente por los caracteres que lo gestaron. Pero ha habido demasiado dolor, demasiadas muertes, trauma en civiles inocentes, especialmente niños. Sin contar la polarización, acusaciones de todo tipo, guerras mediáticas y en redes sociales que no han contribuido un ápice para evitar más muertes, restituir justicia y garantizar la coexistencia pacífica de dos Estados, tal como las Naciones Unidas auguraron en 1948. Ojalá ese espíritu es el que guíe la actuación de todos. (O)