Hay una convocatoria de Morena, el partido gobernante en México, a una conferencia de organizaciones políticas de izquierda. Este evento, al igual que la Conferencia de Acción Política Conservadora, que reúne a las derechas radicales de las Américas y Europa, entre las que se cuenta MAGA, del presidente Trump, expresa un momento de las relaciones internacionales que se caracteriza por la transnacionalización explícita de propuestas políticas e ideológicas encarnadas en partidos y organizaciones.
El hecho no es inédito. Desde el siglo XIX, en la tradición socialista surgieron varias “Internacionales” que intentaron organizar a los trabajadores de distintos países con agendas comunes. Esas iniciativas perdieron fuerza después de la Primera Guerra Mundial, puesto que varios de los partidos de ese entonces abrazaron las causas nacionalistas de sus Gobiernos. El nacimiento de la Unión Soviética produjo también un partido de carácter transnacional: el comunista, que se articuló a los intereses globales de ese Estado y fue conducido férreamente por los dirigentes soviéticos hasta los años 60, en que distintas disidencias, simpatizantes de China o Cuba, retaron la hegemonía de Moscú.
La experiencia política multinacional también toma cuerpo en la segunda mitad del siglo XX en el mundo islámico, pero es especialmente importante en Europa occidental. Una internacional socialdemócrata compite a nivel global con otra democratacristiana, y esas tendencias se manifiestan en forma intensa en América Latina. En el Ecuador hubo presidentes vinculados a ambas internacionales, pero no fue el único país. Chile, Colombia, varios Estados centroamericanos vivieron su ola de redemocratización luego de las guerras civiles bajo ese espectro. El final de la Guerra Fría y la globalización generaron circunstancias económicas y políticas que construyeron la imagen de similaridad entre las tendencias políticas europeas, y, en las últimas décadas, sus iniciativas mundiales perdieron el vigor que en algún momento tuvieron.
Los intentos contemporáneos de articulación política internacional en la izquierda fueron promovidos por Hugo Chávez en primera instancia, pero estuvieron vinculados a lógicas estatales. Cuando ellas empiezan a ceder electoralmente, surgen iniciativas no gubernamentales, como el Grupo de Puebla. En cambio, la proyección internacional organizada de las derechas radicales es reciente, y su centro de gravedad son los EE. UU.
En un mundo caracterizado por interdependencias económicas, así como por la ubicuidad de la información, es inevitable que haya dinámicas políticas transnacionales. Ellas cuestionan la imagen de soberanía, pero es mejor para las sociedades que los vínculos se transparenten. La próxima conferencia mexicana de las izquierdas, al igual que la conservadora, institucionalizan relaciones que de todas maneras existen. Ello, sin embargo, no es suficiente para homogeneizar la diversidad de creencias y opciones de las organizaciones políticas, al menos en América Latina.
Las izquierdas continuarán siendo muchas y diferentes, al igual que las derechas, pero no está mal que conversen entre sí. (O)