Las elecciones presidenciales de este domingo en Chile podrían confirmar lo que se asevera es una tendencia del electorado latinoamericano, despegándose de la retórica de izquierda que gobernó por años a varios países de la región. Si en el pasado mes de octubre, Rodrigo Paz obtuvo la Presidencia de su país enterrando al movimiento bolivariano, a fines de noviembre los resultados electorales en Honduras trajeron la derrota de la candidata chavista, aun cuando la misma en un intento desesperado –tal cual ocurrió en nuestro país– ha apelado al libreto del fraude electoral, sin reconocer su aplastante derrota. En ese contexto, es muy probable que el próximo domingo el candidato opositor José Antonio Kast se imponga de forma amplia en la segunda vuelta electoral de su contrincante Jeannette Jara del Partido Comunista Chileno.

Naturalmente y tal como está ocurriendo con mayor frecuencia en los últimos tiempos, resulta aventurado afirmar con total certeza que Kast será elegido presidente el próximo domingo; pero siendo el candidato con mayor posibilidad de triunfo, resulta interesante analizar sus ofertas electorales, con mayor razón si se toma en cuenta que ha sido considerado durante mucho tiempo como un ejemplo claro de la ultraderecha chilena. Kast ha incorporado como ejes centrales de su campaña los temas de seguridad y migración, especialmente tomando en cuenta la creciente inseguridad que se ha venido dando en los últimos tiempos en el país del sur, relacionada en muchos casos con estructuras criminales venezolanas. En esa línea ha ofrecido construir cárceles de máxima seguridad, endurecimiento de penas, revisión del principio de legítima defensa y creación de fuerzas especiales, lo que podría sugerir un paralelismo con las acciones del Gobierno ecuatoriano que lastimosamente no han impedido que nuestro país sea considerado como uno de los más violentos del planeta.

Adicionalmente, el candidato a la Presidencia de Chile ha ofrecido una política de mano dura y radical con el tema migratorio, prometiendo también deportaciones masivas y modificando leyes que configuren la migración irregular como un delito. Quizás un elemento diferenciador ha sido el que Kast ha optado por no hablar de temas como el aborto y matrimonio igualitario, sobre los cuales ha mantenido una posición terminante durante mucho tiempo, evitando también la defensa del régimen de Augusto Pinochet con sus violaciones a los derechos humanos. Ahora bien, siendo Kast un político diametralmente opuesto en cuanto a ideología y propuesta del actual presidente Gabriel Boric, resulta interesante entender las razones por las cuales el pueblo chileno optaría por distanciarse totalmente de la proclamada tendencia de izquierda para ubicarse en el otro extremo del espectro político.

No creo que sea posible hablar a estas alturas de un viraje profundo ideológico en la región, pero tampoco se debería afirmar de que se trata simplemente de la aplicación de la teoría del péndulo. Mi opinión es que la inseguridad y la violencia criminal están cambiando el sentir político de los electores en proporciones impensables hace pocos años. Y no es para menos. (O)