Venezuela vuelve a ponerse en la retina del mundo con el anuncio del Premio Nobel de la Paz 2025 para María Corina Machado, la líder opositora de Nicolás Maduro a la que se inhabilitó para una candidatura presidencial, quien desde la clandestinidad sigue hablando de libertad y de democracia para su país.

Ella recalcó que su Premio Nobel representa un “impulso para concluir” la tarea de “conquistar la libertad” en Venezuela, y señaló al presidente estadounidense, Donald Trump, y a “las naciones democráticas del mundo” como aliados para alcanzar ese objetivo.

Efectivamente el galardón es un mensaje poderoso. La comunidad internacional que se ha esmerado en felicitaciones acompañadas de condenas al autoritarismo y defensa férrea a los derechos democráticos tiene un nuevo recordatorio para actuar. No se trata de injerencia en asuntos internos sino de libertades que trascienden fronteras, institucionalidad, justicia...

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El Comité Nobel noruego, con sede en Oslo, explicó las motivaciones para asignar el Nobel de la Paz a María Corina: “por su incansable labor en la promoción de los derechos democráticos del pueblo venezolano y por su lucha por lograr una transición justa y pacífica de la dictadura a la democracia”.

También es un llamado a no seguir siendo espectadores cuando en muchos países la democracia está en retroceso. Los acuerdos internacionales tienen que convertirse en herramientas potentes cuando los ciudadanos sufren, cuando la voluntad de los pueblos es violentada pese a reclamos y pruebas que lo evidencian.

El mensaje de un Premio Nobel es un grito por los que esperan por volver a su país, por los que luchan por sus nacionales libres, por la seguridad, la vida, por las democracias del mundo, por el derecho de convivir en paz.

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También es una advertencia para el autoritarismo: la voz de la democracia no callará, puede tomar tiempo, pero llegará y los pueblos merecen vivir en libertad. (O)