Muchos le auguraban un fracaso: fue un éxito. Más que eso: es un antes y un después. El previamente vituperado Mundial de Clubes no es solo una competición; es un nuevo estamento del fútbol, un espacio flamante que en apenas 29 días se convirtió en el segundo certamen más importante detrás de la Copa del Mundo. Porque ya superó al torneo olímpico, a todos los sub-, al femenino, al futsal... Es la novedad más fuerte de los últimos cincuenta años de este deporte. Y también un golpe político.

La UEFA, con la Champions (su producto estrella) y sus asociaciones con sus ligas poderosas (Inglaterra, España, Italia, Alemania y Francia), quiere todo el protagonismo para Europa a nivel de clubes. Sin embargo, en una jugada maestra, la FIFA le demostró que tiene más poder y le hizo una táctica espejo: les sacó los clubes y los puso a disputar —bajo su órbita— este supertorneo ganado por el Chelsea. La UEFA no manda más que la FIFA. Y los clubes quedaron felices con los 1.000 millones de dólares en premios. El único rostro adusto es el de Aleksander Ceferin, presidente de la Unión de Asociaciones Europeas y vice de la FIFA. Todos los mandamases de las confederaciones estuvieron en el campeonato disputado en Estados Unidos. Ceferin fue el gran ausente. No asistió ni a la final, pese a que la animaban dos europeos. Y en sus redes sociales la UEFA no propaló noticias. Mutismo total. Aunque debiera velar igual por clubes y selecciones, Ceferin considera a la Liga de Campeones la joya de Europa. Y que este mundial viene a ensombrecer su importancia.

Es un ajedrez político. La FIFA y la UEFA hace tiempo libran una guerra fría y Gianni Infantino ha movido las piezas con singular astucia. Para mejor, el suizo-italiano ha sugerido que el recién nacido Mundial de Clubes podría jugarse cada dos años en lugar de cuatro y que se aumentaría el número de equipos europeos. O sea, le seguiría sustrayendo la mercadería. Es un rival muy complicado Gianni. Se mueve a la velocidad de la luz. Consigue recursos y apoyos, y se maneja a un nivel más alto que Ceferin. Sale del palacio de Mohamed bin Salmán en Arabia Saudita y aterriza en el despacho oval de Donald Trump en Washington. No está mal; hay un eurocentrismo desbordado, casi estúpido. Infantino es el antídoto. Para hendir más la daga, declaró (siempre sonriente, es su especialidad): “Ha comenzado la era dorada del fútbol mundial de clubes”.

  • Póker. Generalmente un nuevo torneo necesita años para imponerse. Este gustó en su disparo inicial. La notable sensación causada por este primer mundial ampliado se basa en cuatro pilares: 1) éxito organizativo, 2) impacto económico, 3) fútbol atractivo, 4) alta adhesión del público. En líneas generales, agradó todo. ¿El siguiente reto…? Consolidarlo.
  • Éxito. Posiblemente ni la FIFA pensaría que el Mundial tendría tan buena recepción. En el palco vip recibían las noticias con asombro. La asistencia de público fue espectacular: 2′492.062 pagantes en los 63 partidos, a un promedio de 39.552 por juego. Y 81.118 presenciaron la final en Nueva Jersey. Sin embargo, la audiencia televisiva superó cualquier expectativa. Según consultoras especializadas, la final del Mundial de Clubes tuvo más televidentes que su similar de la Champions. Al menos en España. Y no jugaba ningún equipo español. Fue el evento sensación del verano en Europa, a pesar de que no siempre los horarios eran los más convenientes para el Viejo Continente. A veces tocaba esperar a la madrugada. Ya el primer partido de grupo entre el PSG y el Atlético de Madrid arrasó en audiencias al convertirse en lo más visto del día en España. Emitido por Telecinco, logró la atención de 2′668.000 espectadores y alcanzó un 22,8 % de cuota de pantalla. Siendo la primera edición del torneo, puede decirse que es un suceso increíble.
  • Ganancias. Los números de la televisación son considerados los más relevantes, porque es con ese ítem que se garantiza la realización de un torneo. Y con ellos saldrán a vender los derechos del siguiente capítulo, que será en 2029 (¿o en 2027…?). La FIFA necesitaba un buen resultado en ese rubro porque los derechos de TV se venden con mucha antelación y, con lo que recauda por ello, seduce a los clubes con recompensas económicas. El Mundial repartió 1.000 millones de dólares, pero reunió en todo concepto 2.100. Chelsea, el campeón, recibió 125 millones y recompensó con 350.000 a cada jugador. “Es el mayor importe de premios en metálico de la historia para una competición de fútbol que tiene una fase de grupos y otra de eliminación directa”, informó Infantino. ¡Plop…!
  • Brecha. El fútbol de selecciones y el de clubes son mundos diferentes. El primero no tiene que ver con el dinero; un técnico puede convocar a todos los que cumplan las normas de elegibilidad por un país y ya. No hay que pagar. El segundo es a base de dinero. El de mayor poder económico contrata a los mejores y prevalece sobre los menos pudientes. Aun así, no tiene garantía de triunfo, pero está más cerca. El Mundial de Clubes ratificó la supremacía europea; no obstante, la grieta con los demás continentes se achicó bastante. Fue una de las notas salientes. En Europa dicen que es porque los suyos estaban cansados. O por el calor. O por la humedad…
  • Diferencia. Sudamérica presenta planteles sudamericanos; Europa, planteles mundiales, con cantidades de futbolistas de otros continentes. Pero sin llorar. Con preparación, los nuestros deben tratar de seguir acercándose. Lo positivo de este modelo de 32 conjuntos es que permite justamente evaluar niveles. Cada uno puede percibir dónde está parado.
  • Avance. De los elencos brasileños. Pelearon de igual a igual contra todos. Los cuatro avanzaron a segunda fase. Palmeiras y Flamengo ganaron su grupo. Fluminense llegó a semifinal. Botafogo venció al PSG campeón de Champions. Altísimo mérito. Y enorme lo del Al Hilal de Arabia Saudita. Empató con el Madrid (1-1) y eliminó al Manchester City (4-3).
  • Colectivo. Fue raro, un mundial de conjuntos más que de individualidades. No hubo estrellas que rompieran el molde. Obviamente, sobresalió Cole Palmer con sus goles al PSG y ganó el Balón de Oro de la ocasión. A João Pedro, que hasta una semana antes estaba de vacaciones del Brighton, lo llamaron de urgencia (“Venite que te compró el Chelsea”), llegó tras la fase de grupos y en tres trozos de partidos marcó tres tantos. El menudo pero enorme Vitinha, el sensacional arquero marroquí Bono… Junior Arias destacó en los seis partidos… Marquinhos, Hakimi… Pero, salvo Bono, nada extraordinario. Y exceptuando la revelación de João Pedro, nada nuevo, todos conocidos.
  • Quejosos. Los gremios de futbolistas europeos hicieron una defensa exagerada y poco creíble de los futbolistas. Nadie muere por jugar cinco partidos más. Tildaron al Mundial de “masacre” y dijeron que Infantino “se cree Dios”. Pasa que quedaron fuera del reparto. Gianni los llamará, les anunciará un porcentaje de las ganancias y serán los más entusiastas promotores del próximo evento. ¿Qué tal si les preguntan a los jugadores…? Ellos quedaron encantados de jugarlo. Y la última: todos los futbolistas salieron de vacaciones tras el torneo.
Electrocables Barraza

Electrocables Barraza

Electrocables Barraza