Solo un microondas y un retrete de metal: la austera ‘mini casa’ de los pilotos dentro del bombardero B-2 de $2.000 millones

Estar encerrado en una cabina por 44 horas seguidas para volar hasta Afganistán y regresar a Estados Unidos no es algo que cualquiera puede hacer. Los pilotos del bombardero B-2 enfrentan esta realidad en misiones que rompen todos los récords de resistencia humana. Durante estos maratones aéreos, la tripulación debe sobrevivir en un espacio que apenas califica como habitable, pero que representa la diferencia entre completar la misión o fracasar.No es precisamente “comodidad” lo que abunda en este avión. No hay ventanas grandes, no hay sala de estar, no hay nada que se parezca al confort que se esperaría en una máquina de guerra que cuesta dos mil millones de dólares. Todo se reduce a lo básico, una cama estrecha, un microondas para calentar raciones y un retrete de metal. No hay lujos ni espacios amplios, solo lo estrictamente necesario para mantener a dos personas funcionando durante días. El diseño prioriza la funcionalidad del bombardero stealth sobre cualquier consideración de bienestar, lo que crea un contraste absurdo entre el costo astronómico del avión y la austeridad de sus instalaciones internas.Estas condiciones espartanas permiten al B-2 cumplir misiones que parecían imposibles hace décadas. La tripulación puede alternar turnos de descanso, mantener niveles básicos de higiene y alimentarse sin comprometer las capacidades de sigilo del avión. El resultado es una aeronave capaz de volar desde Missouri, bombardear objetivos en el otro lado del mundo y regresar sin escalas, convirtiendo lo que antes requería bases intermedias en una operación desde territorio estadounidense. (I)

Solo un microondas y un retrete de metal: la austera ‘mini casa’ de los pilotos dentro del bombardero B-2 de $2.000 millones

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