John Kwamevi Cudjoe pensó que su vida transcurriría entre Accra, su ciudad natal, o quizá en Togo, la tierra de sus abuelos. Ecuador no figuraba en su horizonte.

Apenas lo conocía por un partido de fútbol juvenil. Sin embargo, dos décadas después, ese país lejano terminó convirtiéndose en su misión, su casa y ahora en el territorio donde ejercerá como obispo auxiliar de Guayaquil.

Orígenes y vocación temprana

Cudjoe nació el 27 de diciembre de 1975 en Jamestown, un barrio costero de Accra, capital de Ghana.

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Creció en una familia católica, en un entorno marcado por la vida comunitaria, la fe y el mar.

Recuerda su infancia ligada a los domingos familiares, a la misa compartida con sus padres y al servicio como monaguillo, una experiencia que despertó tempranamente su vocación.

“La familia es la primera iglesia”, suele repetir, al evocar ese tiempo fundacional.

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Su formación religiosa se consolidó en Ghana, dentro de la Congregación de los Misioneros del Verbo Divino.

Entre estudios filosóficos y teológicos, noviciado y discernimiento, fue dando forma a una decisión que asumió con serenidad: servir a la Iglesia allí donde fuera enviado.

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“No elegí Ecuador, me enviaron”, recuerda. La noticia la tomó por sorpresa. No sabía ubicar el país en el mapa y apenas lo asociaba con un recuerdo deportivo. Aun así, aceptó.

“Dios y la Iglesia no se equivocaron”, afirma hoy, con la perspectiva que dan los años.

Una misión en Ecuador

Su llegada, en 2005, implicó aprender un nuevo idioma y adaptarse a otra cultura.

Estudió español en Quito, pero fue en las calles, en las casas y en el contacto cotidiano con la gente donde terminó de apropiarse de la lengua y del país.

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El Guasmo fue su primer destino pastoral en Guayaquil, una experiencia que marcaría su manera de entender el servicio: cercano, comunitario y profundamente humano.

Desde entonces, su trayectoria en Ecuador ha sido amplia. Ha sido vicario y párroco en varias comunidades de Guayaquil, superior provincial de su congregación, formador de seminaristas, profesor de Teología y capellán en distintos espacios.

En el último año sirvió en Huaquillas, en la frontera con Perú, trabajando con población migrante, una realidad que —dice— le recordó el sentido misionero de su vocación.

Aunque ha echado raíces en Ecuador, hay recuerdos de Ghana que lo acompañan siempre: las caminatas por la playa con su padre, las historias contadas en familia, la cercanía de los abuelos.

Son memorias que, asegura, lo mantienen anclado a sus orígenes mientras camina en otra tierra.

Sobre Guayaquil, no duda en definirla como una ciudad de “corazón grande”.

Describe al guayaquileño como generoso y valiente, orgulloso de su ciudad y dispuesto a acoger al que llega. “Aquí uno encuentra abrigo y espacio para aportar”, resume.

Nuevo nombramiento y futuro

El anuncio de su nombramiento como obispo auxiliar de Guayaquil, hecho por el papa León XIV el 11 de noviembre, lo recibió con gratitud y temblor. “No merezco nada”, confiesa.

Se siente deudor —dice— de la misericordia de Dios, de la Iglesia y de las personas que han marcado su camino.

Hoy, aquel joven ghanés que llegó sin planes ni certezas asume una nueva responsabilidad, convencido de que su historia, como su misión, sigue guiada por caminos inesperados. (I)