Durante diez años, Charlie Hicks fue un cliente habitual en un restaurante en el estado de la Florida, Estados Unidos. Charlie es un hombre de rutina. Cerca de sus 80 años son pocas las sorpresas en sus hábitos.Cuando dejó de aparecer en el restaurante, el chef no dudó en salir a buscarlo, pues presintió que algo andaba mal. Esto porque Charlie llegada con precisión inglesa a cada una de sus comidas. Podía de hecho mirarse el reloj a su llegada al lugar y sería la misma hora cada día.Por más de una década, Charlie Hicks formó parte del paisaje cotidiano del Shrimp Basket, en Pensacola. <b>Viudo y jubilado, llegaba cada tarde, ocupaba la misma mesa y pedía lo mismo: una taza de gumbo con arroz, sin galletas. </b>El gumbo es un guiso o asopado que nació en Luisiana y se ha fusionado con sabores de África Occidental, Francia y los nativos americanos. Parte de su preparación incluye un sofrito con cebolla, pimientos y apio. Es un clásico del sur de Estados Unidos que tiene variaciones en los ingredientes, puede tener base de pollo, salchichas o mariscos.Para el chef Donell Stallworth, Charlie no era solo un cliente; era casi familia.La ausencia inquietó a Donell. No era normal. Sin pensarlo dos veces, dejó la cocina y fue a buscarlo. Tocó la puerta varias veces, hasta que escuchó un débil pedido de “ayuda” desde adentro. Charlie estaba en el suelo, deshidratado y con fracturas. El chef llamó a emergencias y se quedó hasta asegurarse de que su amigo estuviera a salvo, publica el sitio <a href="https://www.directoalpaladar.com/consumidores/este-jubilado-comia-siempre-restaurante-durante-10-anos-dia-desaparecio-asi-que-chef-decidio-salir-a-buscarle" rel="">Directo al Paladar</a>.Lo que siguió fue un ejemplo puro de solidaridad. Durante su hospitalización, el restaurante se encargó de que Charlie recibiera su gumbo diario.Cuando le dieron el alta, lo ayudaron a mudarse a un apartamento cercano, amueblado y equipado gracias a la colaboración del equipo y la comunidad. Querían que se sintiera acompañado, que supiera que alguien se preocupaba por él.Tres meses después, Charlie volvió a su mesa. Donell lo recibió con una sonrisa y una frase sencilla: “Me alegra verte de nuevo, amigo”. Ese saludo resumía todo: la empatía que convierte un gesto en un vínculo, la humanidad que transforma un restaurante en hogar.Esta historia nos recuerda que la verdadera receta para cambiar vidas no está en la cocina, sino en la solidaridad. <b>(I)</b>