En el podio de la Orquesta Sinfónica Nacional del Ecuador (OSNE) ya ondea una nueva energía. David Harutyunyan, director orquestal de trayectoria internacional y sensibilidad artística, ha asumido el liderazgo de la institución musical más emblemática del país.
Su propuesta no se limita a dirigir partituras: busca construir un diálogo entre la herencia clásica universal y las sonoridades propias del Ecuador.
Con esta visión, el maestro plantea un repertorio más cercano al público, con espacio para compositores nacionales y puentes hacia la contemporaneidad. Su presencia promete no solo conciertos memorables, sino también una renovación del vínculo entre la orquesta y la sociedad.
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“No me lo esperaba. Me llamó el concertino de la Orquesta Sinfónica Nacional del Ecuador, Santy Abril. Es un violinista excepcional, que estudió en Reina Sofía en Madrid; es un joven cuencano que reside en Quito. Él me preguntó si podría compartir mi contacto al director ejecutivo Hernán Vásquez. Él me llamó y me dijo que estaban eligiendo al director titular y que me habían escogido”, detalla sobre el inicio de esta nueva etapa en su carrera.
Su ingreso, afirma, es similar a un matrimonio sano. “No me impusieron al cargo: la orquesta me eligió. Fue de mutuo acuerdo. Porque en mi vida nunca he dirigido una orquesta que estuviera obligada de aguantarme en el cargo de director titular. Esa ha sido una de mis grandes bendiciones”, recalca el actual director musical de la OSNE.
Antes de asumir este rol, el también compositor armenio, nacionalizado ecuatoriano en el 2018, tuvo una pausa de dos años. Estuvo a cargo de la Orquesta Sinfónica de Guayaquil por quince años y luego de la Filarmónica Municipal.
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“No estuve dirigiendo desde que la Orquesta Filarmónica (municipal de Guayaquil) decidiera liberarse de su creador. La nostalgia de hacer arte era demasiado grande dentro de mi mente”, refiere sobre el momento en que recibió la propuesta.
Nuevo capítulo: en lo personal y laboral
Con este cargo vino una mudanza. Se despidió temporalmente de su amada Guayaquil, como llama a la ciudad en la que formó su hogar con la también artista ecuatoriana Pamela Cortés, para afincarse en Quito.
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“Ella se puso muy feliz por esta oportunidad y triste porque nunca en nuestras vidas, en familia, hemos estado separados por mucho tiempo. Llevamos 16 años juntos. Pero me dijo: ‘Tantos años ibas tú de Guayaquil a Quito que ahora lo haremos al revés’”, comparte sobre la adaptación de la dinámica familiar.
Se reencontró, en la orquesta, con antiguos amigos, compañeros y exalumnos de su etapa de catedrático en la Escuela de Arte, en la Facultad de Humanidades en la Universidad de Especialidades Espíritu Santo, donde laboró durante casi 20 años.
“Me sentí acompañado de dos lados, de mi familia, de la universidad, y así me instalé en Quito. Entré a la orquesta con el corazón muy liviano, con muchas ganas de hacer arte; hasta ahora es lo único que tengo en mi cabeza. Para mi gran alegría, me dio la bienvenida Romina Muñoz, la ministra (entonces) de Cultura”, cuenta sobre sus primeros días con el grupo de artistas.
Harutyunyan detalla que actualmente la OSNE tiene alrededor de 60 músicos. “El trabajo con la orquesta es absolutamente placentero. Hay muchos músicos de muy alto nivel entre jóvenes y de cierta antigüedad, y no lo digo para caerles bien. Mi misión es compartir el arte con el público quiteño, que es muy agradecido y que nos ha acompañado con alta concurrencia en los espacios donde nos hemos presentado”, dice.
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El maestro reconoce que dirigir esta orquesta es un acto de responsabilidad cultural. No se trata solo de ejecutar con excelencia, sino proyectar la riqueza musical del país en cada presentación.
“Yo siempre sonrío. Mis amigos saben que mi cara seria es una fachada. Acá no puedo no sonreír. No sé qué me da más alegría: tocar con la orquesta o hacer el arte. Sobrepasé un cierto punto en mi carrera que cada salida al escenario, para mí, es una fiesta interna”, expresa.
En este horizonte, Harutyunyan se propone transformar los conciertos en experiencias vivas, capaces de emocionar tanto al público especializado como a quienes se acercan por primera vez a la música sinfónica. “Yo soy criado y educado por la Costa ecuatoriana; yo soy mono. Así les digo a mis colegas. Sin embargo, Quito da más oportunidades de hacer arte, por los espacios, por la cantidad de artistas de diferentes géneros que están permanentemente presentes en la capital, y siempre el público asiste”, refiere.
Su plan artístico
Su repertorio –admite– está basado en su carrera musical de 37 años, 24 de ellos en Ecuador. “Estoy aplicando mi estética, mi forma de ver la sonoridad de la orquesta, de interpretación. Estoy aplicando lo que soy. Ojalá que al público quiteño y a la orquesta le guste lo que soy y quien soy”, expresa. Tiene previsto, indica, comenzar un ciclo de solistas internacionales invitados. Recientemente presentaron un concierto en la Casa de la Música, con la participación de Valerie Steenken, Montserrat Egea y Juan Barahona.
El repertorio incluyó obras como Obertura Manfred de Schumann, Concierto triple para violín, violoncello y piano de Beethoven y Sinfonía n.º 41 de Mozart.
La OSNE tiene previsto una gira en noviembre, por sus 75 años, en Brasil junto con el maestro Íñigo Pirfano, director de la Orquesta Sinfónica de Guayaquil, gestionada antes del ingreso de Harutyunyan. (I)