Una Frida Kahlo amorosa, cálida y dueña de un humor chispeante se revela en los objetos y espacios de un nuevo museo que celebra la vida de esta artista mexicana, más allá del dolor y la crudeza de muchas de sus famosas pinturas.

El Museo Casa Kahlo abrió sus puertas hace apenas una semana en Ciudad de México de la mano de una sobrina nieta y dos sobrinas bisnietas de la artista como un homenaje íntimo a una tradición familiar marcada por el arte y la sensibilidad social.

El Museo Casa Kahlo, ubicado en el barrio de Coyoacán, Ciudad de México. (Foto de Yuri CORTEZ / AFP) Foto: AFP

Los afectos, la delicadeza de muy distintas expresiones artísticas y el amor por las tradiciones mexicanas se combinan en las memorias y piezas exhibidas, rebosantes del espíritu de una familia donde las mujeres han marcado la pauta.

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“Es una Frida tía, es una Frida hija, es una Frida situada en la intimidad y seguridad de una familia”, explica Adán García Fajardo, director y parte del equipo fundador del Museo Casa Kahlo.

La muestra incluye nueve obras originales y un sinnúmero de objetos personales, además de fotografías tomadas por su padre, Guillermo Kahlo. Este acervo es complementado por vistosos elementos digitales multimedia.

El Museo Casa Kahlo, ubicado en el barrio de Coyoacán, Ciudad de México. (Foto de Yuri CORTEZ / AFP) Foto: AFP

“Al ver este museo sabes más sobre ella, como Frida, no como la artista, sino como la mujer que era (...). Siento que era un lugar muy suyo, donde podía ser ella misma”, dice Aranza Vázquez, estudiante de 19 años, tras culminar su recorrido.

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Ubicado en el tradicional barrio de Coyoacán en el sur de Ciudad de México, el recinto ha vivido numerosas encarnaciones en la historia familiar de los Kahlo.

Fue casa de sus padres, sede de animadas tertulias de familiares y amigos, taller para los jóvenes pintores de los que Frida fue maestra y hogar de su hermana Cristina, a quien llamaba “la otra mitad de mi vida”.

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La estrecha relación con Cristina tiene un espacio importante dentro de la muestra, dado que la casa fue un refugio de “sororidad” para la pintora en momentos álgidos de su vida, tanto emocionales como relativos a su frágil salud.

“(Aquí) Frida se sentía segura, (...) venía a reposar del mundo de alguna manera, a distanciarse, a escuchar música, a crear, a escribir, a bocetar”, dice García Fajardo.

En contraste con la Casa Azul, museo establecido en el que fuera hogar conyugal de Frida y el célebre muralista mexicano Diego Rivera, Casa Kahlo busca “desmonopolizar” su historia “construida desde visiones particulares y androcéntricas”, sostiene el director. (E)