La ecuatoriana Ornella Delfini no llegó a Disney persiguiendo esa meta. No estaba en su lista de objetivos ni en su imaginario profesional. De hecho, no sabía que trabajar allí era una posibilidad real. La oportunidad apareció en forma de audición, casi de manera accidental, y decidió intentarlo sin expectativas desmedidas. Ese gesto —más intuitivo que estratégico— la llevó a formar parte de Disneyland París durante dos años.
Antes de eso, su camino se había construido lejos de castillos y parques temáticos. Empezó a bailar a los 4 años en Ecuador y se formó hasta los 17 en Pam Danza. Fueron años de entrenamiento constante, competencias y escenarios diversos. La danza no era un pasatiempo: era una práctica sostenida que le enseñó disciplina, escucha corporal y relación con el público. Sin saberlo, estaba adquiriendo herramientas que más tarde resultarían decisivas.
“Ornella niña jamás se hubiera imaginado que iba a trabajar en Disney representando estos personajes, es como un sueño hecho realidad para esa pequeña niña. Empecé a bailar desde los 4 años hasta los 17 años. A esa edad decidí que quería estudiar actuación, estudié en la TAI, que es una universidad de artes”, detalla.
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Con el tiempo, la actuación se volvió una extensión natural de ese recorrido. Madrid fue el espacio para profundizar en la interpretación, entender el trabajo actoral desde lo técnico y ampliar su mirada artística. Esa formación sería clave cuando llegó el momento de enfrentarse a la audición que cambiaría su rumbo.
Una ecuatoriana en Disneyland París
En este parque temático o complejo de entretenimiento, la guayaquileña caracterizó a Aurora (La bella durmiente), Rapunzel y Bella (La bella y la bestia). Su experiencia no estuvo marcada por una rutina rígida ni por el desgaste, sino por el disfrute del encuentro. Cada presentación era distinta, cada interacción con el público tenía su propio ritmo. Lo que más recuerda es la posibilidad de vivir el trabajo como algo vivo, en diálogo constante con quienes llegaban al parque.
“Acabo de terminar mi trabajo en Disney París, pero estuve ahí por dos años (...). Desde que era pequeña me he sentido completa estando sobre el escenario. Más que nervios, sentía emoción y eso me llenaba, sabía que debía seguir con ello para ser feliz. Puede ser complicado, puede dar miedo, es un camino en el que te puedes comparar con muchas personas y eso me frenaba. Es importante no compararte con otros”, refiere.
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¿Cómo ingresaste?
Fue una casualidad realmente. Estaba usando Instagram, no sabía que podía trabajar en Disney y vi que había audiciones en Madrid. Yo me acababa de graduar y estaba buscando trabajo. Me dije: “Esto es para mí”. En el fondo de mi corazón sentía que iba a pasar la audición. Fui al casting y me sentí muy cómoda. Me divertí y lo disfruté, si pierdes la vergüenza, das lo mejor de ti. Después de una semana me llamaron y me ofrecieron un contrato de tiempo indefinido para ser personaje y también bailar en los desfiles.
En internet puedes encontrar a personas hablar sobre sus audiciones. La primera fase es de animación y la segunda de danza.
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¿En qué consistía tu trabajo?
Era una emoción cumplir un sueño de niña, sentía también que era un trabajo importante, porque las personas que van a Disney es para conocer a sus personajes icónicos. No dejé que el miedo me frenara. Fue un reto también porque tenía que hacerlo en otro idioma, era distinto hablarlo haciendo un personaje. Aprendí mucho mientras estuve en Disneyland París.
¿Y cómo fue caracterizar a las princesas?
Cuando me confirmaron los personajes que iba a hacer me puse muy contenta, porque los admiraba desde que era una niña. Sentí que era un honor poder representarlos y la primera vez estaba muy nerviosa y al mismo tiempo se sintió muy mágico. Era cumplir el sueño de mi niñez.
Además fue muy bonito ver la reacción de los niños al sentir que estaba creando la magia para otros.
Hubo un momento que condensó todo. Una niña corrió hacia ella y la abrazó sin dudarlo. Fue profundamente significativo. “De niña, como tenía el cabello corto y oscuro, me gustaba vestirme de Blancanieves, y entonces un día entró una pequeña vestida de Blancanieves y corrió hacia mí para abrazarme. Sentí que me abrazaba a mí misma”, rememora.
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“Cada día era diferente, era bastante espontáneo, nunca había una jornada repetida, era mágico”.
¿Cómo te transformó este trabajo?
Me transformó ver a la gente hablar y conocer lo que cada personaje significaba para ellos. Rapunzel significa libertad. Me enseñó lo importante que es ser valiente para lograr ser libre y feliz.
Bella me enseñó sobre la belleza interior y Aurora representaba sueños, verlos, cumplirlos.
Y si otra niña o joven sueña con convertirse en una princesa de Disney, ¿qué le dirías?
Le diría que pierda el miedo, que no se compare, que no se frene a sí misma, que el sueño es posible, hay que confiar en uno mismo y luchar por ello.
Luego de esta etapa profesional, Ornella se mantendrá en París para perfeccionar el francés, estudiar un masterado y encontrar una nueva plaza de trabajo artístico. “Sería maravilloso volver a Disney, no sé si se logre, pero sería fantástico”, revela la ecuatoriana. (E)


























