El guayaquileño Damián Matailo dice que las palabras que eligió para su primer libro en el género de cuento, Trapitos sucios (Hipopótamo, 2025), le gustaron porque la primera es linda, tierna, pero en conjunto con la otra se convierte en algo cuestionable.
Es que él antes era titiritero, y en ese oficio los trapitos son materia prima. “Pero si tú dices trapitos sucios, estás solapando algo, estás diciendo: ‘Mira todas estas miserias, que tengo, están sucias y no todo el mundo las puede saber’”.
Y en sus cuentos sí hay una combinación de la fantasía y de la genialidad con las miserias ordinarias y extraordinarias. Cada relato es un ‘trapito sucio’, nacido de algo personal del autor, que fue aumentándose como una bola de nieve (“una bolita de verde”, prefiere decir) con la hipérbole.
Publicidad
Esto pasa con Frankenstein, la historia que abre el libro, en el que parecería que estamos viendo el día a día de un cirujano de un hospital local (son cuentos muy marcados por la experiencia del que ha vivido en Guayaquil), pero nos hace avanzar hasta que empezamos a sentirnos incómodos.
O en el siguiente, Calle larga, larga con árbol (en su versión final, Guasmo norte), en que vamos a este sector del sur de Guayaquil y nos internamos en direcciones difíciles de dar sin referencias, nos acomodamos en actividades tan comunes como la carrera de las líneas de buses, los incendios caseros y la corrupción a mediana escala, y luego estamos subiendo a un árbol que guarda el secreto de una gigantesca colmena que sirve de centro de rehabilitación para insectos.
“A mí me gusta mucho cuando voy en el bus y está lleno, o sea, parar la oreja y escuchar lo que dice la gente”, dice Matailo, y explica que siempre está tomando notas, como quien colecciona objetos que en algún momento le pueden servir (aunque la mayoría no funcione). “Y hay un momento en que cojo alguna última frase que alguien dijo y hace clic, y se derrama el cuento o lo que sea que se vaya a narrar”.
Publicidad
Titiritero, narrador, poeta e ilustrador (su primer libro es la novela gráfica Los poetas se la comen completa), también dirigió el mockumental El cuento de la abuela. “He sido alguien que tiene la mala costumbre de comer y pagar sus cosas, me gradué de tecnología en alimentos. He tenido muchos trabajos”. Estudió diseño gráfico, y de ahí se fue para trabajar con su profesor de teatro, el actor Poen Alarcón, haciendo obras educativas en las escuelas.
“Hacíamos obras de teatro de 10 minutos. Todos los días. Textos sencillos. Cuando tú haces teatro, por más sencillo que sea, y lo haces todos los días, te vas afilando. Como hacer pesas. Tres años haciendo casi 200 obras al año. Al final, esa obra, que hablaba de la rueda de la alimentación, estaba maravillosa, terminó hablando del amor, de la amistad”.
Publicidad
Y cuando está hablando de esto y de los títeres recuerda que también fue payaso. “Soy. Cuando tú eres payaso, ya nunca dejas de serlo”. Esos son los oficios de los que ha vivido antes de ser escritor. “La escritura nunca me ha dado de comer”, se apresura a aclarar. “Solo me ha dado alegría nomás”.
Trapitos sucios está compuesto por nueve de esos afilados cuentos, y sí, es inevitable reconocer al puerto principal en varios de ellos. “Pero hay uno que sucede en Roma, otro en el desierto de Sahara, otro en una ciudad de la Sierra que no digo cuál es”.
Matailo ha escrito poesía que se ha publicado en revistas y obras de teatro que, explica, no están en ningún lado más que en la memoria de la gente que las ha visto. Sus cuentos, por suerte, están disponibles desde ahora. Hablaron de ellos hoy las escritoras Solange Rodríguez y María Paulina Briones en el Encuentro de Literatura Independiente que se celebra hasta este sábado 15 de noviembre en la Universidad Casa Grande. (F)



























