La Novena de Navidad es una tradición cristiana que se celebra durante los nueve días previos a la Navidad como preparación espiritual para el nacimiento de Jesús. En este tercer día, familias y comunidades se reúnen para orar y reflexionar sobre la paz y la esperanza que representa su llegada.
Este año, la novena se reza del 16 al 24 de diciembre, con lecturas bíblicas y cantos en iglesias y hogares. En muchas comunidades, la jornada incluye la misa y la participación activa de niños y adultos, reforzando el mensaje de amor y unidad propio de esta celebración.
Día 6
Invocación inicial: En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén
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Del servicio nace la esperanza para la vida
Ambientación
La Navidad es un tiempo propicio para vivir la solidaridad, es una de las virtudes de María. Ella visita a su prima Isabel, para compartir la alegría de ser la Madre de Dios y acompañarla en esos momentos difíciles de su embarazo. No olvidemos que, es una mujer anciana. Isabel atina a responder: “Dichosa tú que has creído”. Sí, María creyó, no sólo en su santo embarazo, sino en lo que eso implicaba: ponerse a servir, siempre llena de alegría. Las visitas que Dios nos hace son siempre don y tarea. Desde la gratuidad, hemos sido elegidos para una misión que nos pone en camino hacia los demás. ¡Seamos solidarios, recorramos el camino de María, llevando alegría, esperanza, servicio! Eso es Navidad.
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Villancico
Oración a la Santísima Virgen
Lectura Bíblica (Lc 1,39-48)
Por entonces María se fue, sin más demora, a una ciudad ubicada en los cerros de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Al oír Isabel su saludo, el niño dio saltos en su vientre. Isabel se llenó del Espíritu Santo y exclamó en alta voz: “¡Bendita tú eres entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Cómo he merecido yo que venga a mí la madre de mi Señor? Apenas llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de alegría en mis entrañas. ¡Dichosa tú por haber creído que se cumplirían las promesas del Señor!”. María dijo: “Proclama mi alma la grandeza del Señor, y mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador, porque se fijó en su esclava, y desde ahora todas las generaciones me dirán feliz”.
Reflexión
Lucas acentúa la prontitud de María para servir. El ángel le habla del embarazo de Isabel e, inmediatamente, va a ayudarla. De Nazaret hasta la casa de Isabel había unos 100 Km. ¡Cuatro días de viaje! Isabel representa el Antiguo Testamento que terminaba; María al Nuevo Testamento que empieza. Lo antiguo acoge a lo nuevo con gratitud, reconociendo el don de Dios que completa la expectativa de la gente. El encuentro de las dos mujeres es don del Espíritu: visita, alegría, embarazo, ayuda, casa, familia; en todo se percibe la presencia de Dios. Isabel dice a María: “¡Bendita entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¡Dichosa tú que has creído que, de cualquier manera, se cumplirá la promesa del Señor!”. Ambas se conocen, pero en ese encuentro descubren un misterio nuevo: ambas están llamadas a ser fuente de salvación. Navidad es encontrarnos y vivir juntos nuestra fe; es no encerrarse, sino salir al encuentro del otro
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Meditación
De entre tantas virtudes para meditar sobre este texto evangélico, destaca el amor de María convertido en servicio. Ella recibió y dio amor; siempre sintió la necesidad de compartir su vida y su tiempo. Lo que gratuitamente recibió, gratuitamente lo dio. Su amor la lleva a: 1. Rogar al Padre por nosotros; 2. Visitar nuestro hogar; 3. Quedarse entre nosotros. En esta Navidad, ¿estamos listos para abrir la puerta a los demás?, ¿estamos listos para compartir lo que somos y tenemos con los demás?... “Mi alma glorifica al Señor y mi espíritu se llena de júbilo en Dios mi salvador, porque puso sus ojos en la humildad de su esclava”. María, esperanza nuestra, ruega por nosotros, para que seamos servidores de los demás.
El regalo de este sexto día, es más valioso que el oro: no escoger lo mejor para nosotros, sino dejarlo para mamá, papá o hermano, y alegrarnos por ello.
Villancico
Gozos
R. Dulce Jesús mío, mi niño adorado. ¡Ven a nuestras almas! ¡Ven, no tardes tanto!
Oh, sapiencia suma del Dios soberano, que a nivel de un niño te hayas rebajado. Oh, Divino infante, ven para enseñarnos la prudencia que hace verdaderos sabios.
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R. Dulce Jesús mío, mi niño adorado. ¡Ven a nuestras almas! ¡Ven, no tardes tanto!
Niño del pesebre, nuestro Dios y Hermano, Tú sabes y entiendes del dolor humano; que cuando suframos dolores y angustias, siempre recordemos que nos has salvado.
R. Dulce Jesús mío, mi niño adorado. ¡Ven a nuestras almas! ¡Ven, no tardes tanto!
Oh, lumbre de oriente, sol de eternos rayos, que entre las tinieblas tú esplendor veamos, Niño tan precioso, dicha del cristiano, luzca la sonrisa de tus dulces labios.
R. Dulce Jesús mío, mi niño adorado. ¡Ven a nuestras almas! ¡Ven, no tardes tanto!
Rey de las naciones, Emmanuel preclaro, de Israel anhelo, Pastor del rebaño. Niño que apacientas con suave cayado, ya la oveja arisca ya el cordero manso.
R. Dulce Jesús mío, mi niño adorado. ¡Ven a nuestras almas! ¡Ven, no tardes tanto!
Ábrase los cielos y llueva de lo alto bienhechor rocío, como riego santo. Ven hermoso niño, ven, Dios humanado; luce hermosa estrella, brota flor del campo.
R. Dulce Jesús mío, mi niño adorado. ¡Ven a nuestras almas! ¡Ven, no tardes tanto!
Tú te hiciste Niño en una familia llena de ternura y calor humano. Vivan los hogares aquí congregados, el gran compromiso del amor cristiano.
R. Dulce Jesús mío, mi niño adorado. ¡Ven a nuestras almas! ¡Ven, no tardes tanto!
Del débil auxilio, del doliente amparo; consuelo del triste, luz de desterrado. Vida de mi vida, mi sueño adorado; mi constante amigo, mi divino hermano.
R. Dulce Jesús mío, mi niño adorado. ¡Ven a nuestras almas! ¡Ven, no tardes tanto!
Ven ante mis ojos, de ti enamorados; bese ya tus plantas, bese ya tus manos. Prosternado en tierra te tiendo los brazos y aún más que mis frases te dice mi llanto.
R. Dulce Jesús mío, mi niño adorado. ¡Ven a nuestras almas! ¡Ven, no tardes tanto!
Haz de nuestra patria una gran familia; siembra en nuestro suelo tu amor y tu paz. Danos fe en la vida, danos esperanza y un sincero amor que nos una más.
R. Dulce Jesús mío, mi niño adorado. ¡Ven a nuestras almas! ¡Ven, no tardes tanto!
Ven Salvador nuestro por quien suspiramos. ¡Ven a nuestras almas! ¡Ven, no tardes tanto!
Invocación final: En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén























