En Jaramijó, un cantón manabita, los pescadores artesanales inician un proyecto innovador: cultivar ostras en 4,9 hectáreas de mar frente a las playas de Balsamaragua.
El Ministerio de Producción aprobó la concesión marítima, otorgando a la Asociación de Producción Pesquera de Maricultores a Pequeña Escala (Asoprodupesmardp) veinte años para desarrollar esta actividad.
Liderados por el biólogo Límber Alcívar y su colega Jorge Figueroa, del Instituto Técnico Universitario Luis Arboleda Martínez, los pescadores apuestan por la maricultura sostenible.
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Este proyecto promete empleo, ingresos y un modelo económico solidario. Además, pone a Jaramijó en el mapa de la innovación acuícola en Ecuador.
Cómo se cultivan las ostras en la provincia de Santa Elena
El cultivo de ostras, una novedad en Jaramijó, utiliza la especie japonesa Crassostrea gigas, conocida como ostra del Pacífico. Estas se desarrollan en sistemas suspendidos, como canastas o jaulas, a 1.698 metros mar adentro.
“Son moluscos filtradores que no requieren alimento artificial, solo agua limpia”, explica Alcívar.
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Cada seis a ocho meses, las ostras alcanzan su tamaño comercial, dependiendo de la temperatura del agua. Los pescadores realizan mantenimientos quincenales para limpiar las canastas , asegurando un crecimiento óptimo.
La comunidad se beneficia de esta iniciativa. Más de 300 personas recibieron capacitaciones, y 25 integran la asociación. “Es una alternativa para quienes dependen de la pesca estacional”, destaca Figueroa.
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El proyecto, que comenzó con una siembra experimental de 50.000 ostras, apunta al mercado local, especialmente restaurantes y ferias gastronómicas.
Para exportar, las ostras deberán pasar por un centro de depuración, garantizando su calidad tras 24 horas de filtración en agua limpia.
Jaramijó no está solo en esta aventura. En Santa Elena, la comunidad de San Pablo cultiva ostras desde 2018, con apoyo de cooperativas locales, produciendo hasta 10.000 unidades mensuales para mercados de Guayaquil.
En Pedernales, Manabí, pequeños proyectos similares emergen, aunque a menor escala. Sin embargo, Jaramijó destaca por su enfoque comunitario y el respaldo técnico del instituto.
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El Ministerio de Producción donará equipos, como redes y boyas, para fortalecer la operación. “Queremos un cultivo sostenible que beneficie a todos”, afirma Alcívar.
El impacto ambiental del proyecto es mínimo, señalan los biólogos. Las ostras, al filtrar el agua, contribuyen a la salud del ecosistema marino. Además, la zona seleccionada cumple con certificaciones ambientales que aseguran su limpieza.
Para Figueroa, la clave está en la transferencia de conocimiento: “Validamos procedimientos para que la comunidad los replique con éxito”.
Las ferias locales promoverán el consumo de ostras, un producto cada vez más popular en Ecuador. El proyecto también diversifica los ingresos de los pescadores, reduciendo su dependencia de la pesca tradicional.
Mientras las primeras ostras crecen en el mar, la comunidad espera cosechar no solo moluscos, sino un mejor futuro para sus familias. (I)