José Campuzano siempre camina por el centro de Manta, elegante, bien vestido, saludando a los demás. Esta vez lleva puesto un pantalón plomo y una camisa azul a rayas; el peinado a un lado, siempre formal, siempre alegre, pero hay en él una pena que apenas puede soportar, algo difícil de ocultar: la muerte de un hijo.