El ministro del Interior, John Reimberg, ha manifestado públicamente que los recientes hechos relacionados con falsas alarmas y atentados con artefactos explosivos en Quito y Guayaquil serían una reacción a las intervenciones que realiza el Estado en torno a casos de minería ilegal.

Otra de las hipótesis que maneja el ministro es que detrás de estos hechos estarían grupos delictivos que buscan desestabilizar al país, en el marco de las elecciones nacionales por un referéndum y consulta popular.

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Ante estos casos, la ciudadanía pide al Gobierno mayor inversión en seguridad y el fortalecimiento de la capacidad operativa en zonas concurridas.

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El objetivo, señalaron, es que se logre contener los hechos violentos durante los dos últimos meses del año, un periodo en el que, según la Policía y la población, la violencia suele incrementarse.

Este jueves, 6 de noviembre, en pleno centro de Guayaquil, se reportó una falsa alarma de bomba en las calles Chile y 9 de Octubre. Un hombre de 22 años habría colocado un supuesto explosivo sobre un cajero automático.

Según Humberto Plaza, gobernador del Guayas, este acto terrorista tuvo como propósito generar miedo en la ciudadanía, descartando completamente que se tratara de un artefacto con explosivos.

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De manera casi simultánea, en Quito, la Policía Nacional frustró un atentado con explosivos en el norte de la capital.

Reimberg informó que los agentes desactivaron tres cargas explosivas colocadas dentro de un vehículo en una calle aledaña al Complejo Judicial Norte.

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“El dispositivo electrónico de ignición del explosivo fue desactivado. Son intentos de atentados sincronizados por quienes están desesperados. Pero se les acaba su hora y nadie nos detiene”, publicó el ministro en su cuenta de X.

La ciudadanía pide más seguridad

Mayor inversión en seguridad, el fortalecimiento de la capacidad operativa en zonas céntricas y la depuración de las filas policiales y militares.

Estos han sido algunos de los pedidos de comerciantes y transeúntes que la mañana del viernes, 7 de noviembre, caminaban por la calle Chile y 9 de Octubre, en el norte de la urbe, un día después de la falsa alarma de bomba en la zona.

Lisbeth Urba tiene diecisiete años atendiendo en su local de artículos variados en el centro de Guayaquil, pero en pocos meses tiene previsto dejar ese sitio e irse con su familia por temas de seguridad.

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Urba explicó que los constantes robos, extorsiones y ahora los atentados con explosivos han llevado a su familia a tomar esa decisión.

Añadió que noviembre y diciembre son los meses en los que más asaltos se registran en el centro, debido a la mayor actividad comercial por las festividades de Navidad y Año Nuevo.

“La verdad, son los meses en los que más se vende, pero también hemos estado pensando en irnos y regresar a la Sierra y vivir allá, porque aquí no tenemos seguridad. En la Sierra hay ladrones, pero no es como acá, en que no se puede ni salir a comer en la noche”, añadió la comerciante, quien tiene su negocio a unos 100 metros de donde dejaron los falsos explosivos este jueves.

Ella dijo que durante los últimos meses del año la presencia policial y militar debería multiplicarse para evitar los asaltos.

“Que nos pongan más seguridad. A diario hay muertes y todo eso. Acá en el centro solo vemos policías cuando pasa algo”, indicó la ciudadana.

Para muchos, las recientes falsas alarmas y atentados con explosivos solo confirman una realidad que se vive a diario: una ciudad sometida a la inseguridad, según coincidieron los transeúntes entrevistados por este Diario.

“En el tema de criminalidad hay que ser más fuertes y atacar a las mafias de otra manera. Esto de capturar para que salgan luego de dos días se vuelve un círculo vicioso que nunca acaba”, comentó Ronaldo Bohórquez mientras salía a comprar su almuerzo en el centro de la ciudad.

Otros aseguraron que “el ciudadano en todas partes del Ecuador está en la indefensión”.

Para algunos, la solución pasa por fortalecer las áreas estratégicas del Estado. “La receta para reducir la criminalidad es tener una fuerte capacidad operativa en las filas de inteligencia policial y militar, y esto no se logra de un día para otro”, señaló Alberto León, un transeúnte.

Sin embargo, la percepción de impunidad dentro de las fuerzas del orden también genera indignación. “Estoy de acuerdo con lo que dice el ministro de que los últimos atentados son una respuesta a sus operativos; pero, mientras no purguen las fuerzas del orden, no vamos a salir de donde estamos. Tienen que sacar a los malos policías y malos militares. Todo el mundo sabe que ahí hay gente contaminada, incluso en los niveles jerárquicos más altos”, expresó Felipe LÓpez, otro transeúnte. (I)