Le quedo debiendo una nota a la regata Guayaquil-Posorja, una epopeya que debía tener difusión internacional y que es, con el Clásico del Astillero, las dos tradiciones que quedan en la historia heroica del deporte guayaquileño. Durante medio siglo, navegando junto a las yolas, viví y reporté esa prueba para EL UNIVERSO, junto con mi inolvidable compadre y colega Washington Rivadeneira.