El cine y el teatro británico están de luto.

Pauline Collins, una de las actrices más queridas y reconocidas del Reino Unido, falleció a los 85 años en una residencia de Highgate, al norte de Londres. Según confirmó su familia a través de un comunicado, la intérprete murió “en paz, rodeada de sus parientes”, tras varios años luchando contra el párkinson.

Nacida en Exmouth el 3 de septiembre de 1940, Collins desarrolló una carrera marcada por la versatilidad, la calidez y una presencia escénica que la convirtió en una figura emblemática de la actuación británica. Su familia la describió como “una presencia brillante, ingeniosa y vital en el escenario y en la pantalla”, destacando además su “sentido del humor y generosidad”.

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La actriz fue reconocida mundialmente por su papel en Shirley Valentine (1989), una película que marcó un antes y un después en su carrera. La historia de una ama de casa que redescubre su independencia con un viaje a Grecia le valió el Bafta, el Globo de Oro y una nominación al Óscar a mejor actriz. Sus allegados afirmaron que aquel personaje fue “un papel que hizo totalmente suyo”, y que aún hoy es símbolo de libertad y empoderamiento femenino.

A lo largo de seis décadas interpretó una amplia gama de personajes en cine, teatro y televisión.

Su talento se dio a conocer con la serie Upstairs, Downstairs (1971–1973) y su secuela Thomas & Sarah (1979), además de proyectos como The Liver Birds (1969), The Ambassador (1998–1999) y películas como City of Joy (1992), junto con Patrick Swayze; Paradise Road (1997), con Glenn Close; Quartet (2012), dirigida por Dustin Hoffman; y The Time of Their Lives (2017), donde compartió pantalla con Joan Collins. (I)

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