La esperanza de regresar pronto a casa se diluyó cuando al llegar a la junta masculina número siete del emblemático colegio Vicente Rocafuerte, a las 06:40, era el único en el aula asignada. Siendo el tercer vocal suplente en el Referéndum y Consulta Popular 2025 de este domingo, 16 de noviembre, mi presencia en la jornada de 07:00 a 17:00 solo sería necesaria en caso de que alguno de los cuatro vocales principales faltase, y aquello ocurrió, en contra de mis aspiraciones.

Cinco minutos después de mí llegaron Luis Carrillo y Gonzalo Carpio. Presurosos, y sin haber desayunado en casa, nos presentamos todos brevemente para recibir el kit electoral.

El primero, presidente de la junta receptora del voto (JRV), habló con el delegado del Consejo Nacional Electoral (CNE), quien le indicó dónde ir a buscar el paquete.

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Ya a su regreso al aula empezó el trabajo. Gonzalo, tercer vocal principal, armó los biombos, mientras Luis y yo verificamos que en el kit estuvieran todos los insumos detallados, principalmente el padrón, las papeletas y actas de instalación y de escrutinio (claves en todo proceso electoral).

Davor Castañeda (izquierda), Luis Carrillo (c) y Gonzalo Carpio luego de que finalizó el escrutinio. Foto: Félix Castellanos Jara

Una de las tres actas de instalación quedó adherida a la pared, al ingreso al aula, allí constaban los nombres de los integrantes de la mesa y sus respectivos roles para que los electores identificaran.

El del domingo fue el tercer proceso de Luis, de 25 años, como miembro de la JRV. Antes estuvo en las elecciones presidenciales, primera y segunda vuelta, y por eso él conocía mucho esto de la verificación del material. En cuestión de diez minutos todo quedó listo y en ese momento se unió al grupo Davor Castañeda, designado secretario.

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Así, la junta masculina número siete quedó instalada con cuatro integrantes. Los cuatro que obligatoriamente debían estar en el proceso. Con algo de desencanto, ya que quería disfrutar de mi día libre en el trabajo, pasé de tercer suplente a segundo vocal principal, por decisión de Luis, quien dijo con autoridad: “Usted nos tiene que ayudar como principal porque nadie más ha venido y a estas alturas ya no vendrán. Con eso completamos”.

Tanto el coordinador del CNE como los dos delegados de movimientos políticos que estaban en esa junta constataron que todo se hizo conforme a los protocolos establecidos y puntual, a las 07:00, en la mesa siete empezó el proceso electoral. Lo mismo pasó con la junta femenina instalada en la misma aula por cuatro señoritas, todas jóvenes.

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En la misma aula se instalaron las mesas masculina y femenina correspondientes a la junta siete. Foto: Félix Castellanos Jara

Luis y Gonzalo sufragaron enseguida y apenas ambos se desocuparon, llegó el primer elector del padrón compuesto por 350 ciudadanos, desde Sandro Cárdenas hasta Cristopher Castro. Para este proceso hubo habilitados 13,9 millones de ecuatorianos.

“Buenos días de Dios con todos, jóvenes y señoritas. Dónde es que se hace esto”, dijo con cédula en mano el adulto mayor que vestía camisa manga corta y pantalón de tela, zapatos deportivos y una gorra.

Davor, el secretario, le recibió la cédula y buscó el nombre del sufragante en el padrón, lo hizo firmar y luego yo le entregué la papeleta dirigiéndolo con las manos hacia el área donde estaban ubicados los dos biombos. “Allí mismo tiene los bolígrafos”, le comenté, y él respondió con un atento: “Gracias, joven”.

Votar le tomó alrededor de dos minutos al hombre de paso lento, poco cabello y una sonrisa que nunca se le borró mientras estuvo en la junta. Tras depositar la papeleta bien doblada en la urna, el hombre miró hacia lo alto y con las manos entrelazadas exclamó: “Que Dios nos bendiga, que sea lo mejor para el país, estamos en sus manos”.

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Admirando ese gesto, Luis le entregó el certificado de votación y cédula; el adulto mayor agradeció, nos deseó un excelente día y se marchó lentamente, siempre sonriente.

En adelante esa fue la dinámica en medio del ir y venir de los votantes: el secretario receptaba las cédulas y los hacía firmar el padrón, mientras que el presidente desprendía cuidadosamente del talonario el certificado y se lo entregaba a cada ciudadano junto con la respectiva identificación que se quedaba en mesa hasta el sufragio.

La franja en la que hubo mayor flujo de usuarios fue entre las 09:00 y 12:00. Para entonces aunque el sol no salió muy resplandeciente, como ha ocurrido en otros procesos electorales, en el aula se sentía algo de calor, la situación no era asfixiante, pero sí fatigosa considerando que estuvimos allí alrededor de doce horas.

Los ventiladores no funcionaban, lo constataron los dos militares que estuvieron en la junta vigilando que todo marchara sin novedades. Y así ocurrió.

Cerca de las 09:00 llegó el desayuno a domicilio que pidió Gonzalo, a través de una plataforma en el celular: dos empanadas y un jugo de naranja. Yo aproveché eso y requerí lo mismo, pues de 08:00 a 09:00 el reloj parecía marcar más lento, el día pintaba para largo.

Poco antes de las 10:00, un familiar de Luis le llevó también desayuno. Solo Davor, al parecer, había desayunado de casa. Y se explicaba en parte, ya que el joven de 21 años, estudiante de Informática en un instituto tecnológico, cumplía con su tercera participación como miembro de la JRV.

Resultados correspondientes a la junta masculina número siete del colegio Vicente Rocafuerte. Foto: Félix Castellanos Jara

Si bien la franja de 09:00 y 12:00 fue la de más flujo de votantes, eso no era impedimento para que Luis relegara el celular. Al contrario, él fue bien preparado con dos juegos de audífonos inalámbricos recargables para escuchar música o ver videos en el celular.

“Es la única manera que tengo para no pasar tan aburrido todo este tiempo”, mencionó ya en la tarde, alrededor de las 14:00, cuando entre todos los integrantes de la mesa empezamos a conversar un poco. Hasta antes de esa hora casi nadie se dirigía la palabra.

Cada quien estaba en su rol y en el celular, esa combinación se mantuvo hasta las 17:00, cuando tocó hacer el escrutinio y, por disposición del CNE, nadie podía usar el teléfono en el proceso.

Una confusión que no pasó a mayores

Lo que ‘rompió el hielo’ entre los integrantes de la junta fue una situación tan inesperada como inimaginable. Un trans empadronado en la mesa masculina entró al aula y se dirigió a la junta directamente, pero al verlo de espaldas, la presidenta de la mesa femenina lo llamó con un sutil: “Le toca acá”.

Gabriel, el trans, de frente a nosotros, se volteó sonriente para ver a la chica que lo llamó. Ella, al verlo, exclamó: “Oh, ya, disculpe”. Y él respondió con un leve movimiento de cabeza.

De cabello largo, blusa escotada y jean muy ceñido, se identificó en la junta masculina ante la mirada muy seria de los cuatro miembros de la mesa. Se dirigió al biombo, sufragó rápido y salió sonriente del aula.

Ya sin él allí, en el aula se escucharon sonrisas espontáneas no por burla, sino por la confusión que hubo. Y claro, él votó en la mesa masculina porque en la cédula conserva su género de nacimiento.

Luego del episodio hubo más diálogo. Por ejemplo, Gonzalo, de 26 años y médico de profesión, contó que trabaja en el hospital público de Loja. Que el viernes tuvo turno nocturno de doce horas, que viajó el sábado para estar el domingo en la junta y que se sentía cansado con ese trajín.

“Yo no entiendo por qué me ha tocado a mí, si yo no soy universitario, pero bueno, ya está”, refirió con un tono de resignación con el que me identifiqué.

El desfile de electores seguía su curso en la junta. Se intensificó un poco a las 16:20, a cuarenta minutos del cierre del proceso. Hubo quienes saludaron, otros que no. Padres con hijos en brazos o en coches. Y también se dio el caso de un hombre que sabiendo que no estaba empadronado acudió por un certificado de presentación.

Una contrariedad surgió cuando el presidente de la junta atendió el segundo de dos casos de votos asistidos. Como establece el protocolo, el joven trasladó el padrón y la papeleta al sitio habilitado para las personas que lo requirieran, pero al regresar lo hizo sin la hoja.

“¿Y el voto?, le preguntó sorprendido Davor, ante lo cual él respondió: “Cierto, ya lo traigo”, con las manos en la cabeza. Luis salió en busca del usuario, pero no lo encontró, por lo que después esa novedad se sentó en el acta de escrutinio.

La fase de escrutinio

A las 17:00 se cerraron las votaciones y empezó el escrutinio, la última, pero la más compleja de las tareas. La junta masculina siete tuvo 286 votantes, pero 285 papeletas, dado el caso del voto asistido en mención. Eso se especificó en las observaciones.

Ya en presencia del coordinador del CNE y de los delegados de movimientos políticos, Gonzalo y yo abrimos la urna para clasificar las papeletas en cinco categorías: sí en plancha, no en plancha, votos variados, nulos y blancos.

Luego de organizarlas de tal manera, vino el conteo de los votos, todo fue registrado primero en el acta de borrador y después en los reportes que se entregan al CNE.

Todo cuadró bajo la mirada atenta de los delegados, y el proceso tomó alrededor de una hora y media. Al final de la jornada, en medio del cansancio y alegría de haber terminado el trabajo, vino la despedida cordial acompañada, en más de un caso, de la frase: “Ojalá para el siguiente proceso ya no nos tomen en cuenta”. (I)